Sonaba La obertura de los esclavos felices en el fonógrafo mientras ella peinaba su larga cabellera. Cada mechón parecía haber sido bañado en oro. Era resplandeciente, inigualable… En la mesilla de noche descansaba un ejemplar de Romeo y Julieta y al girar su mirada hacia allí, no pudo evitar sonreír. Su vida se había convertido en una obra más de Shakespeare. Su prometido, Jaime, estaba esperándola en el comedor, tomando un Whisky doble junto a su futuro suegro. Charlaban sobre las propiedades que cada uno poseía, y sobre cómo Jaime se convertiría en Duque una vez que contrajera matrimonio con Irene. La primogénita de sus cuatro hijas. -Tu escuadrón de batalla deberá tenerte todavía más respeto, Coronel -dijo Eduardo. -No creo que puedan respetarme más de lo que ya lo hacen, con todo el respeto -alardeó. Eduardo lo miró con resquemor, si no hubiera pactado con tu padre este esperado enlace, jovencito, no toleraría el tono de tus respuestas. Te echaría de inmediato de esta
Escribe sobre lo que conoces... inmortaliza lo que sientes.