Él era precioso, pero tenía la mirada perdida en el abismo. Nunca supe qué es lo que le pasaba por la cabeza cuando miraba al horizonte más lejano. Nunca supe qué veía cuando cerraba los ojos. Nunca supe qué hacer para que la mirada me apuntara a mí cuando estaba triste. Escuchaba música triste y creía que tenía la excusa perfecta para sentirse así; solo, vació, incompleto. Lo que no sabía, era que yo amaba su tristeza; su incertidumbre. Su miedo a lo desconocido, y a saber de su pasado. Yo amaba su risa en medio de sus llantos; amaba su rostro cuando no tenía ganas de fingir que todo iba bien. Él no tenía ni idea de lo que hubiera estado dispuesta a hacer por él; me hubiera ido a la otra punta del mundo para conocer sus secretos; me hubiera casado por la noche, borrachos de amor, aunque no nos acordáramos a la mañana siguiente. Le hubiera pintado en la espalda lo mucho que le quería, para que nunca lo supiera sin mirarse en el espejo. Porque sabía que cuando se mirara, podría enam
Escribe sobre lo que conoces... inmortaliza lo que sientes.