Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2020

Otro año se acaba...

 Ahora, que todo parece estar llegando a su fin, suena "The Scientist", de Coldplay, y el pasado ha vuelto a hacerse presente. Nadie dijo que fuera a ser fácil, pero en este año donde hemos aprendido el valor de lo simple; donde hemos aprendido que el amor es más fuerte que la distancia; donde hemos aprendido a querer en voz alta... apareces tú en forma de canción y yo no puedo sacar tu melodía de mi cabeza. Otro año se acaba, como muchos se han acabado desde entonces. Quiero hacerme un autoestudio. Soy yo. La chica que ahora mismo te quiere y quizá en dos segundos necesite estar lejos de ti. La chica que siente compasión cuando alguien le cuenta una historia terrible, y la misma que es capaz de neutralizar sus sentimientos en un instante. La chica que ama hasta las últimas consecuencias; que escribe cartas y escucha canciones de amor. Soy la chica que adora el otoño, y los jerseys. Que es feliz cuando hay niebla porque se recuerda a sí misma que es igual que las personas: &q
 Con los pies sobre la Tierra siento que volvería a cometer los mismos errores que cometí en el pasado, pues de otro modo no sería la persona que soy hoy en día.  Sin embargo, si la vida me diera la oportunidad de volver atrás. No tengo tan claras mis intenciones. Quizá mi conciencia actual no me permitiera repetir ciertos actos. Quizá no podría amarle. Quizá yo supiera quererme mejor. ¿Cómo sería si cambiara el más mínimo detalle? ¿Todavía seguirías aquí? ¿Dejarías de ser una estrella? ¿O todo seguiría exactamente igual? ¿Y yo? Quizá sea mejor no saber nada. No saber cuándo. No saber cómo. No preguntarse qué hubiera pasado si hubiera respirado una vez más aquel día, cuando los nervios me dominaron por completo. Qué hubiera pasado si mis piernas hubieran avanzado un poco más rápido. Qué hubiera pasado si te hubiera dicho "quédate", o si yo me hubiera marchado mucho antes de su lado. Quizá no merezca la pena hacerse estas preguntas. Pero, ¿qué hubiera pasado?

Con los ojos cerrados... estás tú.

 Cerré los ojos al tiempo que llevaba la botella hasta mis labios... Sorbí su contenido y dejé que la cerveza explotara contra mi paladar. Mi garganta estaba en llamas, y el  fuego no se apagó hasta que su líquido cayó refrescante en mi estómago. Así, con los ojos cerrados, pude transportarme a otro lugar. Era un bar, y estabas tú. Ya habíamos estado ahí antes. Casi, casi, podía oler la colonia que tu cuello desprendía. No era empalagosa, me hacía sentir segura. Escuchaba tu respiración y esperaba ansiosa que voltearas la mirada para verte sonreír. Esa sonrisa, capaz de cautivarme en cuestión de segundos. Capaz de enloquecer a cualquier persona. Te escuché hablar, y el tono de tu voz me recordó las razones por las cuáles te amaba tanto. Tú, el hombre más dulce del mundo, también me amaste a mí. Estabas girando la cabeza. Ibas a mirarme. Pero tragué y dejé la cerveza reposar sobre la mesa. Abrí los ojos, y lo único que vi fue mi reflejo en la ventana de mi habitación. Ya no estabas tú,

Vuelta al pasado

 Hoy he soñado que volvía al instituto y que en una excursión a un lugar muy cercano descubría rincones que hasta ahora habían pasado desapercibidos para mí. He visto a personas que hacía siglos que no veía, y me he visto reflejada en el agua de un charco. He cruzado miradas con los ojos llenos de lágrimas. Estaba feliz. Me he reído a carcajadas. Y cuando he abierto los ojos me he descubierto entre sonrisas. Qué curioso. Como en los sueños podemos vivir nuevas vidas, ¿verdad? Hablar con aquellas personas que ya no están o que simplemente ya no forman parte de nuestra vida.  Besar a ese gran amor que nunca hemos tenido. Hablar con quien jamás nos hemos cruzado. Ser la mejor amiga de un actor de Hollywood, la enemiga de a quien hoy llamas amiga. Ver nuevas probabilidades y arriesgarse. Total, en los sueños nunca puedes morir. Lo peor que puede pasar es que te despiertes justo cuando estás a punto de alcanzar la felicidad. Así que, de cierta manera, hoy he vuelto al pasado. Un pasado que

"A todo final le sigue siempre un nuevo comienzo"

 Siempre he creído que la muerte forma parte de la vida, quizá porque la he sentido muy cercana desde chiquita.  Dejé de temerle para sentirla una mano amiga capaz de acariciar la vida de las personas. Al fin y al cabo, si la veía así no me enfadaría cada vez que se llevara a alguien importante para mí. Autodefensa, supongo. Pero ahora, que es otoño y la muerte se camufla con la vida; y la vida surge entre la muerte, siento que la naturaleza trata de mandarme un mensaje. Vive, me dice. O al menos eso quiero creer. Ha pasado un cuervo volando sobre mí. Su significado difiere según quién te lo cuente. Para mí, que es mi ave favorita, significa hogar. Libertad. Justo después las grullas cambiaban su forma sobre mi cabeza. Qué hermosas son. Marchan buscando un nuevo lugar donde pasar el invierno. Así que entre tantas dualidades, entre tantas opciones, siento que todo está exactamente donde debe estar. Qué pequeños somos en el mundo, en la historia, pero qué elementales somos también. Como

Reflejos.

Todavía pienso en ti cuando algo bueno acontece en mi vida. Tú, que conociste todos mis demonios y me amaste a pesar del infierno que desataba en mi vida cuando algo me salía mal. Tú, que cometiste mil errores y a pesar de ello siempre quise acompañarte. Tú que pones la banda sonora a mis días y en las melodías me pierdo al recordarte. Y yo, ilusa de mí, sintiendo que la nuestra era una estrella inmortal. Que jamás dejaríamos de brillar. Maldita sea, que al cerrar los ojos siento tus manos en mi piel.  Abrázame. Por primera vez en años el silencio me da miedo. Me aterra, porque en medio de esta duda que es la vida, no saber de ti puede significar no saber por siempre. Y olvidarte, olvidarme, olvidarnos. Caer en un pozo etéreo sin fin. Y caer, y caer, y caer al vacío eterno de este adiós que desde hace siglos viene siendo inevitable.

Como en una novela de Jane Austen...

  Esa noche soñé contigo. Íbamos a casarnos y a tener nuestro segundo bebé. (Sí, teníamos una hija preciosa que tenía tus ojos y tus mismas ganas de vivir). Nuestra boda era en un castillo cercano a un acantilado. Yo montaba a caballo mientras sonaba "A thousand years" de Christina Perri y todos se levantaban para mirarme. Menos mal que no voy andando, pensaba. O los  tacones se clavarían tan fuerte en el suelo que no sería capaz de avanzar. Estaba nerviosa. Cualquiera que me estuviera mirando podría notar mi corazón palpitante. Tú, tan elegante en el altar. Con ese traje resaltando tu sonrisa. Tu yegua era blanca, y parecía esperar ansiosa los besos de mi mismísimo Pegaso oscuro. Nuestra pequeña traía los anillos. Pronunciaste tus votos entre lágrimas de amor y yo te juré amor eterno como en una novela de Jane Austen. Bailamos, reímos, amamos. Abrazamos a nuestras familias e inmortalizamos absolutamente toda la ceremonia. Queríamos poder revivir cada detalle siempre que quis

La furia de Irene

Sonaba La obertura de los esclavos felices en el fonógrafo mientras ella peinaba su larga cabellera. Cada mechón parecía haber sido bañado en oro. Era resplandeciente, inigualable… En la mesilla de noche descansaba un ejemplar de Romeo y Julieta  y al girar su mirada hacia allí, no pudo evitar sonreír. Su vida se había convertido en una obra más de Shakespeare.  Su prometido, Jaime, estaba esperándola en el comedor, tomando un Whisky doble junto a su futuro suegro. Charlaban sobre las propiedades que cada uno poseía, y sobre cómo Jaime se convertiría en Duque una vez que contrajera matrimonio con Irene. La primogénita de sus cuatro hijas. -Tu escuadrón de batalla deberá tenerte todavía más respeto, Coronel -dijo Eduardo. -No creo que puedan respetarme más de lo que ya lo hacen, con todo el respeto -alardeó. Eduardo lo miró con resquemor, si no hubiera pactado con tu padre este esperado enlace, jovencito, no toleraría el tono de tus respuestas. Te echaría de inmediato de esta

San Unidos

Hace mucho, mucho tiempo, una familia habitaba una humilde morada en mitad de un bosque.  No estaba demasiado alejado de la aldea en la que habían vivido antiguamente. Una aldea sencilla y llena de vida, que atacada por los enemigos había quedado casi vacía; ocupada solamente por estos monstruos y las almas perdidas de los antiguos vecinos. Adriana, una niña de siete años, a menudo soñaba con su antigua habitación; grande y llena de juguetes. Su mejor amiga, un poco más mayor que ella, vivía a pocos metros y pasaba el día jugando allí. No recordaba demasiado de su vida anterior, pues tenía solo cuatro años cuando tuvieron que huir y esconderse entre los árboles; árboles que más adelante se convertirían en las paredes de su cálido hogar. Pero cuando recordaba los juegos con María, sus ojos se convertían en cascadas de lágrimas y echaba de menos sentirse tan viva como se sentía antes. Sus padres les habían prohibido, tanto a ella como a sus dos hermanos alejarse más de doscientos

Te estoy abrazando

Cierra los ojos, abre tus brazos. Suspira un segundo, te estoy abrazando. Toma mi mano, cógela si la necesitas; cógela que juntos, tenemos más vida. Para y respira, que el mundo ha sanado. Para y expira, que no sea en vano. Las muertes me queman, la vida es pequeña. Disfruta el segundo y dame otro abrazo. Te siento tan cerca estando tan lejos que cierro los ojos esperando que duela. Choca tus manos, aplaude con ganas. Mira el vecino: cercano y humano. Escucha, cariño, quédate en casa. Cuida a los tuyos, que todo se pasa. Un día se suma a tus días. No olvides cuidarte y darte alegrías. Para y respira. El pico alcanzamos. Para y expira, que ya casi estamos. Cierra tus ojos, abre tus brazos. Suspira un segundo, te estoy abrazando.

Ahí estás tú

Confundida me abro paso entre la niebla. Estos edificios me vieron crecer. Las mesas que hoy sostienen tazas de café, un día me sostuvieron a mí y a mis amigas mientras jugábamos al escondite. Han pasado  demasiadas Lunas desde entonces. Las calles que hoy se caen a pedazos, ayer eran el cobijo perfecto cada cumpleaños.  Las rocas se están tambaleano, el centro está precioso. Sonrío. Al menos algo sigue ahí.  No quiero irme de aquí. La vida pasa, deprisa. Muy deprisa. Un día echaré la vista atrás y este momento me parecerá muy lejano. Quizá sea el recuerdo de otra persona.  Sigo caminando. Hace frío. Mis manos están a punto de convertirse en hielo. Frío. Frío. Mucho frío. Pienso en ti, y el frío desaparece. No quiero que te vayas. Busco en mi mochila, tengo algo para ti. Quién iba a decirme que mi viejo compañero en las noches de insomnio iba a serme útil ahora. Envuelve mi alma entera para que la leas. Pienso en ti, quédate. La vida son instantes, y cada instant

Nunca más

Cierro los ojos queriendo convencerme a mí misma de que algún día volverás; que serás mi luz verde y que tomaremos aquel café del que siempre hablábamos.                                                   Maldita sea, nunca más beberás café;                                                         nunca más te escucharé reír. Siento que mi estómago acaricia mi ritmo cardíaco; lo anula; lo asfixia. Soy consciente que nunca más.  Que nunca es siempre   y  siempre me acordaré de ti. Pero te juro que cada vez que el viento roza mi mejilla y me pregunto si serás tú, me aterra el olvido; olvidarte. Me aterra la idea de despertar un día con tu recuerdo y no poder escuchar el tono de tu risa. ¿Era grave? ¿Era tímida?                                                               Nunca más. Tu risa nunca más. Mi cuerpo está anudado con tu ausencia; la vida sigue, me dirías. Pero siento que tengo que gritar y las palabras no quieren salir. Siento que tengo que vivi

A veces, la vida...

Como cada enero, miles de propósitos aparecen en mi mente: "Voy a hacer deporte a diario, voy a investigar un poco más sobre los temas que me apasionan, voy a decir más veces "te quiero", me voy a querer más, voy a demostrar las cosas, me la voy a jugar por amor, voy a trabajar de lo que me apasiona, voy a llevar a cabo todos mis proyectos..." Pero los días pasan y a veces la vida...