<<Nunca fuimos novios, pero ¡Cómo nos amábamos!>> Aquella estúpida oración, fue el legado de su tragedia. Nunca superó admitir aquellas palabras. De hecho, le dejaron como firma, un dolor incomparable en el corazón. Todavía recuerdo el día en el que me lo contó. Ella llegó a mi casa con las mejillas empapadas por sus lágrimas, y con el pecho entre sus manos, me dijo: "¿por qué me está latiendo el corazón, si yo ya estoy muerta? La verdad es que no supe qué contestarle. Nunca en la vida había visto tanto dolor. Le miré a los ojos y vi que estaban rotos, desgarrados por aquel infierno que le había tocado vivir. Los tenía casi tan rojos como su camisa, y las pupilas parecían ya estar algo desgastadas. -¿Qué ha pasado? -le dije al fin. -Ha muerto. -¡¿Qué?! -me sorprendí porque no tenía ni idea de quién era el fallecido-. ¿Quién ha muerto? -... Suspiró. Así que le tendí una caja de pañuelos, y le preparé una tila bien caliente, porque aquella conversación iba a s
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