El otro día tuvimos una conversación a corazón abierto -con nadie puedo, más que contigo-. Eso fue lo que me dijiste y yo callé un -me pasa lo mismo. Contigo desnudo mi alma sin pensármelo dos veces-. Pero para qué decírtelo, si cada vez que nos miramos nos vemos por dentro; si cada vez que nos abrazamos volvemos nuestros cuerpos eternidad hasta que el mundo real nos vuelve a avisar.
Cada vez que tú me hablas, cada vez que te abres conmigo, siento ganas de ponerme a escribir. Quizá sea porque así fue nuestro comienzo, entre letras. Quizá sea porque quiero eternizar también tu alma, tus emociones, el amor que siento por ti. Quizá sean muchas cosas las que me tengan ahora aquí, entre el humo del incienso, sintiéndote, aunque no estés.
Nos debemos unas cuantas estrellas, una noche en la que los recuerdos del pasado se vuelvan presente. Una noche donde solo estemos tú y yo.
Somos dos almas que se encuentran a menudo y cuando eso pasa, nos amamos como se aman los artistas; creando, sintiéndonos plenos de energía. Pero cuando tenemos que echar a volar, pueden pasar meses sin que nuestras alas vayan en la misma dirección. Es ahí, cuando volvemos a encontrarnos, cuando siento que hay amores peculiares. Amores que fluyen, se estiran, se alejan, pero siempre vuelven, aunque el amor se haya transformado en otra cosa, aunque ya nuestras pieles no deseen bailar con tanta intensidad, aunque pasen mil cosas, nuestro amor siempre sigue intacto.
Comentarios
Publicar un comentario