El sabor del whisky me recuerda a tus besos;
amanecer estrellado en tus labios.
Irónico, ¿verdad? que un olor, un sabor... funcione como máquina del tiempo y me lleve exactamente al lugar donde te vi, por primera vez. Donde te vi... de verdad.
Te había visto muchas veces antes, y había reído contigo, pero nunca había sonreído por ti. Hasta ese momento. Hasta ese instante donde conseguiste que todas mis terminaciones nerviosas se pusieran a temblar. A temblar por ti. Por lo que me hacías sentir con tan sólo mirarme. Imagina cómo fue todo cuando nuestros labios se rozaron por primera vez... En ese instante, y en el siguiente... me di cuenta de que quería que te quedaras en mis días, en mi vida, en mis sueños... Pero no supe cómo decirlo sin que el miedo fuera el encargado de echarte de mi lado.
Te quise.
Te quise sin saber muy bien cómo había llegado a ese punto,
Te quiero.
Todavía te quiero. Todavía te recuerdo cuando me sirvo una copa y me asomo por la ventana imaginando que el día vuelve a acabar, o a empezar, entre tus brazos.
Te quiero.
Podría decirse que sí. Que me haces sentir bien cuando todo va patas arriba. Te quiero por cómo me siento cuando estoy contigo, y por cómo eres conmigo. Te quiero porque siempre me recuerdas quién soy, incluso cuando no sabes que lo tenía olvidado.
Vuelve a graduarte en caricias; yo te haré el último examen. Vuelve a abrazarme cuando haga frío, a darme tu mano cuando quieras sentirme cerca.
Vuelve. O mejor dicho, no te vayas.
Quédate un día más, quédate todos los días que quieras... y cuando quieras irte, sonríe. Habrá merecido la pena vivir todo lo que hemos vivido.
amanecer estrellado en tus labios.
Irónico, ¿verdad? que un olor, un sabor... funcione como máquina del tiempo y me lleve exactamente al lugar donde te vi, por primera vez. Donde te vi... de verdad.
Te había visto muchas veces antes, y había reído contigo, pero nunca había sonreído por ti. Hasta ese momento. Hasta ese instante donde conseguiste que todas mis terminaciones nerviosas se pusieran a temblar. A temblar por ti. Por lo que me hacías sentir con tan sólo mirarme. Imagina cómo fue todo cuando nuestros labios se rozaron por primera vez... En ese instante, y en el siguiente... me di cuenta de que quería que te quedaras en mis días, en mi vida, en mis sueños... Pero no supe cómo decirlo sin que el miedo fuera el encargado de echarte de mi lado.
Te quise.
Te quise sin saber muy bien cómo había llegado a ese punto,
Te quiero.
Todavía te quiero. Todavía te recuerdo cuando me sirvo una copa y me asomo por la ventana imaginando que el día vuelve a acabar, o a empezar, entre tus brazos.
Te quiero.
Podría decirse que sí. Que me haces sentir bien cuando todo va patas arriba. Te quiero por cómo me siento cuando estoy contigo, y por cómo eres conmigo. Te quiero porque siempre me recuerdas quién soy, incluso cuando no sabes que lo tenía olvidado.
Vuelve a graduarte en caricias; yo te haré el último examen. Vuelve a abrazarme cuando haga frío, a darme tu mano cuando quieras sentirme cerca.
Vuelve. O mejor dicho, no te vayas.
Quédate un día más, quédate todos los días que quieras... y cuando quieras irte, sonríe. Habrá merecido la pena vivir todo lo que hemos vivido.
Comentarios
Publicar un comentario