Ella era una chica fría aunque, en las manos indicadas,
solía derretirse. Él, en cambio, era de la clase de chicos cálidos con un
corazón oculto entre miles de barreras. Paola, logró llegar a él, pero no sin
antes haber superado grandes desafíos.
Con mucho esfuerzo, lograron enamorarse. Pero como en todas
las historias de amor, llegó el momento en el que ambos decidieron jugar a
romperse el corazón. Paola conoció a otros chicos, los cuales le daban más amor
que Nico, y éste, conoció a chicas mucho más fáciles que su novia.
Aquella historia de amor que tanto tiempo les había costado
formar, quedó destruida en pedazos y, con el tiempo, cambiaron la estrategia
del juego y decidieron crear un puzzle perfecto con aquellas piezas de su
relación que estaban esparcidas por el vacío. Pero cometieron un grave error.
Siempre hay espacios milimétricos entre dichas piezas. Huecos que suelen
convertirse en fronteras entre ambos participantes de la partida. Lugares donde
las mentiras permanecen ocultas, y perdidas, hasta que un día deciden buscar la luz. Ese día, cuando las mentiras
encuentran la salida hacia la verdad, el puzzle vuelve a romperse en pedazos,
porque los espacios de los que he hablado unas líneas más arriba, van
aumentando de tamaño.
Es irónico, que del amor al odio, haya solo un paso…porque
después, del odio al amor, solo hay que retroceder. Y así, se entra en un ciclo
masoquista de dolor. En el que aquellas dos personas se volvieron adictas al
sufrimiento que les causaban sus besos. No podían dejar de besarse, aunque ya
no estaban juntos. No podían dejar de quererse, aunque ya no había nada que les
atara. O eso parecía, al menos.
Realmente, cuando esta historia llegó a mis odios, la
envidié. Envidié a Paola, pues parecía que tenía amor sin ser amada,
propiamente dicho. Y tenía libertad para hacer lo que quisiera, en cualquier
momento. Pero después, la historia cambió. Se dieron otra oportunidad. Esta vez
ya no dejaron espacios abiertos en su relación. Decidieron poner cemento para
que las partes rotas quedaran unidas de por vida. Pero volvieron a cometer un
error; no limpiaron los huecos que anteriormente habían provocado su ruptura.
Las mentiras, los engaños, el dolor… todo permanecía ahí. Y no
hace falta ser muy sabio para saber que todo lo que entra, sale. Así que unos
años después, Paola, la chica que había sido envidiada por mí durante tanto
tiempo, se rompió en pedazos cuando descubrió que Nicolás no había eliminado
todo lo que podía romperle el corazón. Se enteró por casualidad de que él la
había utilizado cuando comenzaron su relación, y aunque ya habían pasado varios
años de la creación de esos engaños, no pudo dejarlo pasar. Y acabó
marchitándose como se marchitan las rosas que esperan pacientemente a ser regadas…
Ella simplemente esperaba despertar de la pesadilla en la que se había
convertido su vida…
Moraleja. “Piensa lateralmente, pues no todo es lo que
parece ser. No todo el mundo que dice amarte, lo hace realmente. No todo el
mundo que dice que es sincero, tiene limpio su interior.”
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