Llegaste un día cualquiera prometiendome la vida. Viniste y sacaste de mí las mejores sonrisas. ¿Quién iba a pensar en que serías tú el asesino de ellas?
Confiaba en ti, y me traicionaste, pero no quiero reprocharte nada hoy. Solo espero que en tus noches de melancolía recuerdes todo lo que fui, y llores en silencio, o gritando; como quieras, añorando aquel pasado. Aunque sé que eso es tan imposible como buscar entre la paja algún que otro imperdible. Dijiste que yo sacaba lo peor de ti, pero nadie ha dado lo que yo te di. Te diste cuenta de que me pedías y regresaste cual perro arrepentido con el rabo entre las piernas. Creíste que yo caería, y que a ti volvería, y al no ser así, buscaste el modo de derrumbarme. Y siento decirte, que perdiste el tiempo con tus palabras, pues yo lo gané con los hechos. Solo quiero decirte, que la maldad acaba corrompiendo, y aunque hoy te crees invencible, yo espero sentada tu caida porque te aseguro que serás la única persona a la que no le tienda la mano.
Por último, espero que pienses que me has vencido, y que seas feliz. Pero no olvides que nada es lo que parece, y que una batalla perdida, no es el fin de la guerra.
¿Sabes? Cuando te conocí creía que serías distinto, y que traerías la calma a mis días, pero trajiste una gran tempestad. Cuando ya me creía vencida, surgió de mí el mayor de los huracanes internos; ya no hay nada que me frene, no hay nada que pueda derribarme.
Normalmente esto lo hubiera escrito de puño y letra y nunca hubiera visto la luz, pero estaba con el ordenador encendido y las ganas de escribirte me han podido. No he querido levantarme, prender la luz, perder el tiempo... Necesitaba decirte que lo siento, que estoy ardiendo por dentro de la pena que siento. Siento haber estado tan cansada algunas veces como para no sonreírte un poco más, como para no pasar a verte, como para no abrazarte con más fuerza. Siento haber estado triste algunas veces; enfadada otras. No contigo, no por ti, con la vida. Siento no haber sido siempre justa, no haberte tratado como tu alma se merecía. Lo siento. Siento no haberte visto una última vez, no haberte dicho una vez más lo mucho que te quiero. Siento no haber llegado a ser la mujer que esperabas que fuera. Siento que no hayas conocido a esa bebé de la que siempre hablábamos. Te quiero. Siento no haberte escrito más poesías, no haber terminado antes mi libro; no haberte regalado esa segunda parte que
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