Todavía lo recuerdo. Era verano. No hacia frío. No hacía calor. Estaba corriendo por aquel bosque con un arma que parecía estar bajo mi piel. No sabía qué hacía con aquella pistola, pero no podía despegarme de ella. De pronto, vi un cuerpo extraño moverse entre las sombras e, instintivamente, disparé. Oí un golpe seco y vi cómo caía al suelo. Me acerqué y lo observé... Todavía con vida. Pidiendo auxilio. Estaba ensangrentado, dolorido, pero cuando lo mire más detenidamente... Me alarmé. Era yo misma. Había disparado a mí propia persona y, sin embargo, seguía de pie manteniendo el arma del que todavía no he podido deshacerme.
Normalmente esto lo hubiera escrito de puño y letra y nunca hubiera visto la luz, pero estaba con el ordenador encendido y las ganas de escribirte me han podido. No he querido levantarme, prender la luz, perder el tiempo... Necesitaba decirte que lo siento, que estoy ardiendo por dentro de la pena que siento. Siento haber estado tan cansada algunas veces como para no sonreírte un poco más, como para no pasar a verte, como para no abrazarte con más fuerza. Siento haber estado triste algunas veces; enfadada otras. No contigo, no por ti, con la vida. Siento no haber sido siempre justa, no haberte tratado como tu alma se merecía. Lo siento. Siento no haberte visto una última vez, no haberte dicho una vez más lo mucho que te quiero. Siento no haber llegado a ser la mujer que esperabas que fuera. Siento que no hayas conocido a esa bebé de la que siempre hablábamos. Te quiero. Siento no haberte escrito más poesías, no haber terminado antes mi libro; no haberte regalado esa segunda parte que
Comentarios
Publicar un comentario