Confundías
amor con poesía,
y
decías que nada era lo que parecía.
Me
mirabas
y
pedías
que
dejara de ser fría,
que
tus brazos querían compañía.
Yo,
dejaba
el hielo a un lado,
y
era fuego cuando te rozaba.
Abrazaba
cada
uno de tus sueños,
mataba,
cualquier
cosa que pudiera hacerte daño.
Fíjate,
todavía
conservo tu calor
y,
de vez en cuando,
siento
tus brazos cuando estoy temblando.
Y
te quería...
claro
que lo hacía.
Te
quería como nunca me he querido a mí.
Y
me dolías...
porque
cuando a ti te herían,
era
yo la que sangraba.
Y
ahora que no estás,
las
heridas siguen abiertas,
y
te juro que no dejo de sangrar...
De
sangrar huracanes de palabras,
nunca
dichas.
Necesito
puntos de sutura,
que
me digan de una vez,
si
sigues siendo mi bala perdida.
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