Ir al contenido principal

Caricias en mi piel.

 Ahora que tengo tanto frío me dices que vaya a verte, que tus labios siempre saben cómo darme calor. Cierro los ojos y no me queda otro remedio que aceptar que tienes razón.

Tú, desde hace tanto tiempo, siempre sabes cómo hacer que consiga sentirme viva, incluso cuando no estabas, incluso cuando eran otros brazos los que rodeaban mi cuerpo, tú sonreías y yo me sentía a salvo.

Quizá ahí esté la magia de esta historia tan tuya y mía. Tan libre, tan incierta: tan eterna.

Aquellos sentimientos encontrados que chocaron con nosotros cuando apenas éramos un par de niños, hoy nos hacen querernos más fuerte. Más fuerte y de una forma mucho más sana, más buena.

Volamos siempre tan alto que el amor a esa altura no puede compararse con nada más.

Reconozco que a veces me muerdo los labios cuando a tu vuelo lo acompañan otras alas. A veces te veo cerrar los ojos cuando otras manos rozan mi cuerpo.

Pero cuando nuestros caminos vuelven a encontrarse, porque siempre lo hacen, el fuego llega tan lejos que arrasa todos los miedos.

Ardemos, nos quemamos, nos queremos, y tú acaricias mi piel como si mi piel se tratara de un lienzo y tus dedos fueran pinceles tratando de crear una obra de arte. Nos queremos, y tú besas mi piel como si tu boca fuese la puerta para entrar al paraíso. Nos queremos, aunque nadie sabe, como si mañana fuese a ser nuestro último día con vida, y nos queremos así, porque hemos aprendido que no hay nada como dejarse llevar, como aceptar un amor que llama a la puerta una, y otra, y otra vez, aunque nunca seamos solo tú y yo, aunque haya otros amores con nosotros, tú y yo. Siempre tú y yo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

y tú tampoco estás.

 Normalmente esto lo hubiera escrito de puño y letra y nunca hubiera visto la luz, pero estaba con el ordenador encendido y las ganas de escribirte me han podido. No he querido levantarme, prender la luz, perder el tiempo... Necesitaba decirte que lo siento, que estoy ardiendo por dentro de la pena que siento. Siento haber estado tan cansada algunas veces como para no sonreírte un poco más, como para no pasar a verte, como para no abrazarte con más fuerza. Siento haber estado triste algunas veces; enfadada otras. No contigo, no por ti, con la vida. Siento no haber sido siempre justa, no haberte tratado como tu alma se merecía.  Lo siento. Siento no haberte visto una última vez, no haberte dicho una vez más lo mucho que te quiero. Siento no haber llegado a ser la mujer que esperabas que fuera. Siento que no hayas conocido a esa bebé de la que siempre hablábamos. Te quiero. Siento no haberte escrito más poesías, no haber terminado antes mi libro; no haberte regalado esa segunda parte que

A corazón abierto

 El otro día tuvimos una conversación a corazón abierto -con nadie puedo, más que contigo-. Eso fue lo que me dijiste y yo callé un -me pasa lo mismo. Contigo desnudo mi alma sin pensármelo dos veces-. Pero para qué decírtelo, si cada vez que nos miramos nos vemos por dentro; si cada vez que nos abrazamos volvemos nuestros cuerpos eternidad hasta que el mundo real nos vuelve a avisar. Cada vez que tú me hablas, cada vez que te abres conmigo, siento ganas de ponerme a escribir. Quizá sea porque así fue nuestro comienzo, entre letras. Quizá sea porque quiero eternizar también tu alma, tus emociones, el amor que siento por ti. Quizá sean muchas cosas las que me tengan ahora aquí, entre el humo del incienso, sintiéndote, aunque no estés. Nos debemos unas cuantas estrellas, una noche en la que los recuerdos del pasado se vuelvan presente. Una noche donde solo estemos tú y yo. Somos dos almas que se encuentran a menudo y cuando eso pasa, nos amamos como se aman los artistas;  creando, sintié

agua salada en mi habitación.

 Me siento en la orilla del mar y, aunque son mis sábanas las que acarician mis piernas, siento cómo el agua salada roza mi piel. Solo veo esta oscura habitación y, sin embargo, al cerrar los ojos puedo ver un hermoso atardecer. Las nubes se tiñen de fuego y el agua refleja las brasas que calientan mi alma. Escucho a Lauren Renon, "Me and the Neon" y quiero creer que esa melodía que resuena en mi mente, no es otra que la de las olas golpeando con unas rocas que acabo de inventar. Qué bonita es la imaginación, ¿verdad? Que puede hacernos vivir lo que vimos y, al mismo tiempo, vivir aquello que nos gustaría estar viviendo.