Ir al contenido principal

Ese adiós que nunca quise escuchar.

El viento atizaba con fuerza mi cabello, las gotas de agua que venían del techo de la Tierra mojaban mis mejillas, aunque apenas se diferenciaban de las lágrimas que estaba derramando en ese momento. Iba corriendo por la ciudad como un niño que persigue su felicidad camuflada en forma de globo. No tenía ganas de  nada, unas horas antes mi vida se había desvanecido por completo.

-Adiós, no puedo seguir contigo.

Esas palabras me habían matado por dentro aunque poco a poco el dolor también se notaba por fuera. ¿Qué iba a hacer ahora yo? La persona que estabilizaba todos mis estados de ánimo había decidido irse por alguna razón que yo desconocía. Me sentía muy mal, no entendía en qué había podido equivocarme esa vez.
Había conocido a gente que decía que un adiós solo duele cuando sabes que nunca más vas a volver a decir "hola." pero se equivocaban. Cuando quieres a alguien la simple idea de perderle, te rompe.
Mi cabeza decía que quizá solo era un "hasta luego", pero la forma en la que me había abrazado antes de irse decía otra cosa. Me había mirado a los ojos mientras decía que tenía que irse de mi vida, que iba a ser lo mejor para todos, me había mirado de tal forma que su mirada se había quedado clavada en mí, posiblemente, para siempre.
Era consciente de que cada paso que daba, estaba más lejos de él, pero no podía dejar de correr, necesitaba huir, necesitaba un poco de aire. Me paré frente a un escaparate porque alguien me había llamado, pero al verme en el reflejo, me asusté. ¿Quién era esa chica que estaba huyendo de la realidad? ¿era yo? no podía ser. Yo no podía asustarme de que mi vida se viniera abajo, tenía que superarlo, como había hecho siempre. Le llamé y con apenas un hilo de voz logré decirle que nunca iba a olvidarle. Con la conciencia tranquila entendí que me había enfrentado a un adiós que nunca quise escuchar, pero que volvería a decir "hola." ¿A quién? ¿Sería a él otra vez? No lo sabía, pero no podía quedarme quieta esperando a que la vida me sonriera por si sola. Lo único que tenía claro era que volvería a ser feliz, con o sin él.

Comentarios

Entradas populares de este blog

y tú tampoco estás.

 Normalmente esto lo hubiera escrito de puño y letra y nunca hubiera visto la luz, pero estaba con el ordenador encendido y las ganas de escribirte me han podido. No he querido levantarme, prender la luz, perder el tiempo... Necesitaba decirte que lo siento, que estoy ardiendo por dentro de la pena que siento. Siento haber estado tan cansada algunas veces como para no sonreírte un poco más, como para no pasar a verte, como para no abrazarte con más fuerza. Siento haber estado triste algunas veces; enfadada otras. No contigo, no por ti, con la vida. Siento no haber sido siempre justa, no haberte tratado como tu alma se merecía.  Lo siento. Siento no haberte visto una última vez, no haberte dicho una vez más lo mucho que te quiero. Siento no haber llegado a ser la mujer que esperabas que fuera. Siento que no hayas conocido a esa bebé de la que siempre hablábamos. Te quiero. Siento no haberte escrito más poesías, no haber terminado antes mi libro; no haberte regalado esa segunda parte que

A corazón abierto

 El otro día tuvimos una conversación a corazón abierto -con nadie puedo, más que contigo-. Eso fue lo que me dijiste y yo callé un -me pasa lo mismo. Contigo desnudo mi alma sin pensármelo dos veces-. Pero para qué decírtelo, si cada vez que nos miramos nos vemos por dentro; si cada vez que nos abrazamos volvemos nuestros cuerpos eternidad hasta que el mundo real nos vuelve a avisar. Cada vez que tú me hablas, cada vez que te abres conmigo, siento ganas de ponerme a escribir. Quizá sea porque así fue nuestro comienzo, entre letras. Quizá sea porque quiero eternizar también tu alma, tus emociones, el amor que siento por ti. Quizá sean muchas cosas las que me tengan ahora aquí, entre el humo del incienso, sintiéndote, aunque no estés. Nos debemos unas cuantas estrellas, una noche en la que los recuerdos del pasado se vuelvan presente. Una noche donde solo estemos tú y yo. Somos dos almas que se encuentran a menudo y cuando eso pasa, nos amamos como se aman los artistas;  creando, sintié

agua salada en mi habitación.

 Me siento en la orilla del mar y, aunque son mis sábanas las que acarician mis piernas, siento cómo el agua salada roza mi piel. Solo veo esta oscura habitación y, sin embargo, al cerrar los ojos puedo ver un hermoso atardecer. Las nubes se tiñen de fuego y el agua refleja las brasas que calientan mi alma. Escucho a Lauren Renon, "Me and the Neon" y quiero creer que esa melodía que resuena en mi mente, no es otra que la de las olas golpeando con unas rocas que acabo de inventar. Qué bonita es la imaginación, ¿verdad? Que puede hacernos vivir lo que vimos y, al mismo tiempo, vivir aquello que nos gustaría estar viviendo.