Ir al contenido principal

"Con solo una mirada"

Era un día normal de primavera; la sangre empezaba a alterarse conforme iban saliendo las flores de entre los árboles. No hacía una temperatura para nada complicada. Es más, corría una tímida brisa que suavizaba el calor que estaba corriendo por aquel entonces bajo mi piel.

Tiempo atrás, alguien me dijo que una mirada podría parar el mundo en cuestión de segundos, y que también podría cambiar mi vida. Naturalmente, yo no le creí. ¡¿Cómo una simple mirada iba a causar semejante efecto?! No podía ser. Era imposible. Pero cuando decidí tirar esa teoría a la basura, para siempre, apareciste tú.

Llegaste y me sonreíste como se le sonríe a cualquier desconocido; con vergüenza, con miedo y con... con amor. Sí, con amor. Supongo que parecerá extraño eso de saludar de manera amorosa a un "Don Nadie" pero es que no es un amor como otro cualquiera... Es amor a lo que vendrá. Amor a descubrir todo lo que está por llegar.

Poco a poco, te empecé a conocer... empecé a enamorarme de la incertidumbre que escondías bajo esa sonrisa compradora... Pero me mirabas, y mi mundo seguía funcionando... no pasaba nada fuera de lo normal.
Así que no dejaba de preguntarme: "¿Esto es a todo lo que puedo aspirar?" "¿A esta clase de miradas?" O sea, cada vez que nuestros ojos jugaban a encontrarse, yo me moría de ganas de sentir cómo se paraban las agujas del reloj. Pero insisto, no pasaba nada raro. No pasaba... hasta que pasó.

Estábamos charlando bajo la sombra de un ciprés y, de pronto, sucedió. Busqué tu mirada para decirte "Estoy aquí", y tú hiciste exactamente lo mismo en el momento idóneo... lo que provocó que aquella conexión entre nuestras miradas, me paralizara.

Entonces, lo entendí. No son las agujas del reloj las que se tienen que parar, sino mi corazón... y también entendí por qué aquella persona me había jurado que mi vida cambiaría... resulta que era algo tan simple como que a partir de ese momento, ya nunca iba a poder mirarte sin que mi corazón se parase unos segundos antes de que mis latidos golpeasen mi pecho descontroladamente.


Comentarios

Entradas populares de este blog

y tú tampoco estás.

 Normalmente esto lo hubiera escrito de puño y letra y nunca hubiera visto la luz, pero estaba con el ordenador encendido y las ganas de escribirte me han podido. No he querido levantarme, prender la luz, perder el tiempo... Necesitaba decirte que lo siento, que estoy ardiendo por dentro de la pena que siento. Siento haber estado tan cansada algunas veces como para no sonreírte un poco más, como para no pasar a verte, como para no abrazarte con más fuerza. Siento haber estado triste algunas veces; enfadada otras. No contigo, no por ti, con la vida. Siento no haber sido siempre justa, no haberte tratado como tu alma se merecía.  Lo siento. Siento no haberte visto una última vez, no haberte dicho una vez más lo mucho que te quiero. Siento no haber llegado a ser la mujer que esperabas que fuera. Siento que no hayas conocido a esa bebé de la que siempre hablábamos. Te quiero. Siento no haberte escrito más poesías, no haber terminado antes mi libro; no haberte regalado esa segunda parte que

A corazón abierto

 El otro día tuvimos una conversación a corazón abierto -con nadie puedo, más que contigo-. Eso fue lo que me dijiste y yo callé un -me pasa lo mismo. Contigo desnudo mi alma sin pensármelo dos veces-. Pero para qué decírtelo, si cada vez que nos miramos nos vemos por dentro; si cada vez que nos abrazamos volvemos nuestros cuerpos eternidad hasta que el mundo real nos vuelve a avisar. Cada vez que tú me hablas, cada vez que te abres conmigo, siento ganas de ponerme a escribir. Quizá sea porque así fue nuestro comienzo, entre letras. Quizá sea porque quiero eternizar también tu alma, tus emociones, el amor que siento por ti. Quizá sean muchas cosas las que me tengan ahora aquí, entre el humo del incienso, sintiéndote, aunque no estés. Nos debemos unas cuantas estrellas, una noche en la que los recuerdos del pasado se vuelvan presente. Una noche donde solo estemos tú y yo. Somos dos almas que se encuentran a menudo y cuando eso pasa, nos amamos como se aman los artistas;  creando, sintié

agua salada en mi habitación.

 Me siento en la orilla del mar y, aunque son mis sábanas las que acarician mis piernas, siento cómo el agua salada roza mi piel. Solo veo esta oscura habitación y, sin embargo, al cerrar los ojos puedo ver un hermoso atardecer. Las nubes se tiñen de fuego y el agua refleja las brasas que calientan mi alma. Escucho a Lauren Renon, "Me and the Neon" y quiero creer que esa melodía que resuena en mi mente, no es otra que la de las olas golpeando con unas rocas que acabo de inventar. Qué bonita es la imaginación, ¿verdad? Que puede hacernos vivir lo que vimos y, al mismo tiempo, vivir aquello que nos gustaría estar viviendo.